Thursday, June 19, 2008

Equipo "Los Chasquis" Cruce de los Andes 2009



Los Chasquis, es el primer equipo que participará de la competencia "Posta Atletica Cruce de Los Andes", en febrero del 2009, con 12 atletas...6 de ellos con capacidades diferentes y los otros 6 "convencionales", dejando un claro mensaje, que esta Tierra es para todos.




El Cruce de los Andes es una carrera pedestre de relevos entre las ciudades de San Juan (Argentina) y La Serena (Chile). El sentido de la competencia se invierte anualmente, correspondiendo a San Juan la Partida en los años pares y a La Serena en los impares. Corredores de maratón se darán cita para unir ambas Regiones, ambas Provincias, ambos Países, recorriendo durante tres días, esta Ruta Internacional “Gabriela Mistral” Paso transitado por Caravaneros, antes de la época Incaica. El recorrido total de la prueba de 506.340 Km., se divide en 12 relevos de 42.195 Km. cada uno. La competencia, que se desarrolla de día y de noche, en forma ininterrumpida, une el Valle de Tulúm con el Océano Pacífico, atravesando la Cordillera de los Andes por el Paso de Agua Negra, a 4722 m.s.n.m. La presión del oxígeno a esta altura es el 50% de la normal. Las condiciones climáticas varían notablemente entre los diferentes tramos, de temperaturas que superan los 30 ºC en los valles, a varios grados bajo cero en la cordillera, fuerte vientos a favor o en contra, sol, lluvia, nieve, etc. A la distancia del Maratón Olímpico que debe complementar cada participante, se suman las dificultades debidas al horario, topografía del camino, falta de oxígeno en altura, inclemencias del tiempo, etc. Por sus características ésta es una de las pruebas de fondo más exigentes de Sudamérica.




Los Chasquis


Significado del Nombre:



Chasqui, el correo de los Andes
Los Chasquis –mensajeros incas- cumplieron un papel fundamental en la comunicación social a todo lo largo de las cumbres andinas.
A través de un sistema ágil y confiable trasmitían noticias significativas para la producción, el intercambio y la unidad de los diversos pueblos pre-colombinos por el Camino del Inca o Cápac Ñan que cubría 16 mil kilómetros desde las profundidades sureñas de Chile hasta Quito, sin contra las ramificaciones a Argentina y hasta el sur de Colombia.
Mientras se aproximaban a una aldea, los mensajeros anunciaban su llegada con conchas de caracoles de manera que antes, de entrar en poblado, el estafeta reemplazante ya estaba listo para el relevo.
Nuestro Mensaje es ..."no hay peor ciego que aquel que no quiere ver..." . Luchando por la igualdad de condiciones y oportunidades.
Presentación Hipoxia Hipobárica:

Estimados amigos, antes que nada felicidades a todos en estas fiestas y el deseo de que el año que viene, que nos amenazan con que será muy difícil, no nos inhiba de poner lo mejor de nosotros para sacarlo para adelante como tantas veces lo hemos hecho. En eso, argentinos, si que tenemos entrenamiento.
El motivo de esta intervención es presentarles un tema de entrenamiento que me imagino será novedad para muchos y en todo caso podrá ser una ampliación de sus conocimientos a quienes vienen interesándose en el mismo. Hablamos de entrenamiento para la resistencia bajo hipoxia hipobárica.
Sabido es que hace muchos años, ya décadas, se ha estado utilizando el entrenamiento bajo la hipoxia natural que proveen los lugares de altitud por encima del nivel del mar con el propósito de potenciar el rendimiento en resistencia tanto en grandes altitudes como en el mismo nivel del mar. Este desarrollo si bien comenzó en el ámbito de la ciencia mucho antes, ya sea por la investigación de la fisiología aeronáutica, como por la militar y laboral, tuvo un fuerte impulso en el deporte desde los Juegos Olímpicos de México en 1968. Si bien algunos equipos de países con atletas predominantemente residentes en el nivel del mar ya habían comenzado a tomar recaudos de que sufrirían desventajas con respecto a los residentes de tierras altas, de todos modos no pudieron evitar el claro dominio que tuvieron estos últimos sobre aquellos en casi todas las pruebas de resistencia. Marcarían estos Juegos, también, la explosión del atletismo de resistencia africano y el inicio de una supremacía que se extiende hasta nuestros días. ¿Qué diferenciaba a estos atletas fenomenales de los otros también soberbios representantes del atletismo de resistencia de entonces? Además de lo genético que siempre será un factor a considerar había una cuestión ambiental que determinaba la mayor capacidad con que se desempeñaban. La altitud en la que residían y entrenaban. Provenientes de los valles altos de Kenia o Etiopía, estos corredores habían nacido y se habían criado en altitudes mayores a los 2000 mts. sobre el nivel del mar. Luego, con el advenimiento del deporte organizado a sus países, también habían comenzado a entrenar con técnicas de suficiente modernidad y equivalente resultado a las empleadas en países considerados más avanzados en el deporte. Esa conjunción tuvo lugar desde mediados de la década del 60 y desde allí consolidó un camino de excelencia que aún recorren.
Dicho esto, y a la luz de lo que sabemos hoy, nos cabe preguntarnos porque los favorecía esa circunstancia.
La residencia en altitud, en el caso de ellos ancestral, los adaptaba mejor a ciertos factores que son determinantes en el rendimiento del deporte de resistencia. Cuando la competencia se desarrollaba en altitud, las adaptaciones consolidadas por historia individual y de selección natural los colocaba en un lugar inmejorable para prevalecer sobre sus rivales. Eso parecía bastante obvio para la fisiología del ejercicio de entonces, no tanto por el conocimiento preciso de las razones que hacían a esto sino más bien por la comprobación mediante la observación de los resultados obtenidos en componentes clave del rendimiento en estos individuos. Sin embargo, luego de estos Juegos Olímpicos y ya vueltos a la competencia en nivel del mar, en los siguientes años empezó a manifestarse claramente que esas ventajas no se limitaban exclusivamente al rendimiento en altitud.
A partir de esta constatación comienza un movimiento que sigue hasta estos días, de exploración de medios de entrenamiento basados en la residencia en altitudes medias o altas con la esperanza de potenciar el rendimiento a nivel del mar. Un proceso que tuvo algunos éxitos y también grandes fracasos y por supuesto mucha “zona gris”, es decir una indeterminación desde el punto de vista científico para afirmar fehacientemente que daba el resultado que suponía. Se tardarían muchos años en llegar a las razones que explicaran estas paradojas.
La lógica detrás de esta acción reside en que en las grandes alturas el aire atmosférico tiene una presión más baja y por lo tanto otorga una menor cantidad de oxígeno. Como en el rendimiento de resistencia, el procesamiento del oxígeno es central para la producción eficiente de energía, la potenciación de los factores que tuvieran que ver con su manejo debería mejorar la capacidad de trabajo físico.
En la práctica se trataba de que corredores nacidos y desarrollados en zonas bajas se llegaran hasta un sitio de altura que por razones prácticas, economía en el alojamiento y la estancia, instalaciones deportivas, acceso a servicios médicos, etc. fuera más convenientes que otros. En nuestro país hoy un lugar así está ubicado en Cachi, provincia de Salta, que cuenta hasta con una pista sintética de atletismo, pero dependiendo de que tipo de corredor se trate, de pista, calle o aventura, puede ampliarse a cualquier lugar que tenga la altitud suficiente y acceso a esas otras facilidades. Personalmente, entrené en Cachi, pero también lo hice en mi etapa de corredor de aventura en Los Penitentes, en Mendoza, un lugar que no es apropiado para un corredor de pista o calle porque carece de escenarios adecuados para sus necesidades, pero si tiene lo mejor para el entrenamiento de un corredor de montaña.
La teoría decía que la potenciación sobre uno de los principales factores que hacen al rendimiento de resistencia, el consumo máximo de oxígeno, a través del aumento de la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre, mediado por un aumento del hematocrito y la concentración de hemoglobina, redundaría en un beneficio para el rendimiento en el nivel del mar. Si bien esto último estaba científicamente comprobado, cabía la cuestión de que una vez llegado al nivel del mar para la competencia y ausente ya del estímulo provocado por el medio ambiente de la altitud, el atleta sufriera una disminución de ese u otros factores que pudieran haber “mejorado” en su estancia en altitud. Es decir, que tenía por delante un tiempo limitado para aprovecharse de esta adaptación antes de que otra vez se igualara con la condición corriente. Es una regla de la biología que toda adaptación a un factor desequilibrante del medio ambiente, y la hipoxia lo es, tiene un costo y que cesado ese estímulo el organismo regresa a una condición estable de mayor economía. O sea, se desadapta. No es otra cosa el estímulo del entrenamiento físico y la pérdida de la condición atlética.
Pero aparecía otro problema en la implementación de los tiempos. Al principio, el proceder corriente de los corredores que podían permitirse esta clase de incursiones y habían sido medianamente informados, era llegarse a la baja altitud de la competencia con una anticipación mínima y directamente entrar en la carrera. Esto evitaba la caída significativa de las variables sanguíneas e hipotéticamente lo dejaba en la mejor condición para afrontar el compromiso competitivo. Pero, ¡oh, sorpresa! el corredor rendía por debajo de sus antecedentes con procesos hechos en el nivel del mar.
¿Qué pasaba? ¿Cuál era la génesis de esta situación paradójica en la que su sangre era mejor para aportar el oxígeno vital para sus músculos, pero sus piernas parecían no responderle?
La clave, se sabría después, era la dificultad, se puede decir, la práctica imposibilidad, de entrenar a velocidades de carrera equivalentes a las de nivel del mar durante la estancia en la altitud. Si el corredor, en el nivel del mar, normalmente toleraba entrenar series para estimular su máximo consumo de oxígeno, a digamos 2’40” el kilómetro (pongo este valor, no para hacer llorar a los corredores del común, sino porque eran situaciones que se les daba, en este punto de la historia, a corredores de máximo nivel internacional) cuando las quería repetir en una altitud, de por ejemplo 2500 mts., apenas podía llevarse a 2’55”/km. Aún el paso de las semanas y una esperable profundización de la adaptación no les permitía bajar de los 2’45”/km. quedando todavía un 3% por debajo del rendimiento habitual en el nivel del mar. Y eso en competencias que se definen por un porcentaje mucho más estrecho es lo mismo que entrar derrotado.
Los fisiólogos que asesoraban a estos grandes corredores, de países desarrollados y cuyos deportistas residían en nivel del mar, observaron esta contradicción y propusieron que los atletas regresaran a las bajas altitudes de la competencia con una antelación suficiente como para poder volver a los rendimientos en velocidad que se podían realizar habitualmente. Este procedimiento no era tan necesario, y ya veremos porqué, para los atletas residentes nativos y permanentes de grandes altitudes, tales como los kenianos o los etíopes. Se acepta actualmente que los tiempos más convenientes para hacer el descenso al nivel del mar antes de la competencia y dar lugar a esta readaptación mecánica están entre los 14 y los 30 días.
Esto se debe a que se combinan distintos factores contradictorios. Se creía que por un lado el factor sanguíneo, que sufre una desadaptación y por lo tanto una disminución progresiva, conforme pasan los días, de su capacidad de transportar oxígeno era el principal elemento detrimental. Por el otro hay un mejoramiento de las capacidades musculares y coordinativas para lograr eficiencia de carrera máxima a la velocidad de competencia objetivo. Sumando y restando y siempre con el factor de la individualidad determinando la precisión de esta dinámica se llega al punto justo dentro de ese rango.

Pros y contras del entrenamiento en altitud natural

Para precisar un léxico común digamos que lo que llamamos coloquialmente entrenamiento en altitud natural es técnicamente hablando entrenamiento bajo hipoxia hipobárica en condiciones naturales, esto es montaña, meseta o cualquier tierra que tenga una altitud significativa para este propósito. La palabra hipoxia significa “con bajo nivel de oxígeno” y para nuestro análisis puede ser representada por la cifra de presión parcial de este gas en el aire inspirado. “Hipobárica” es la condición de menor presión de aire que la que se encuentra en el nivel del mar. Recordemos que en el nivel del mar la presión normal (normobaria) medida en mmHg es de 760 (1013,25 milibares). Cuando se asciende, la atmósfera disminuye progresivamente de presión y así por ejemplo a 3000 mts. de altitud la presión es de 526 mmHg. Como la proporción de oxígeno disuelta en el aire ambiental se mantiene constante en 21% para el rango de altitudes de acceso humano, la presión parcial de oxígeno ambiental a esa altura será de aproximadamente 110 mmHg. Comparados con los 159 mmHg de O2 en el nivel del mar esto representa una disminución de 30%.
Con una disponibilidad de O2 disminuida el organismo, sin embargo, debe mantener una provisión constante y suficiente del mismo a los tejidos. El organismo humano lo hace por varios mecanismos complejos cuya sola descripción excedería los alcances de este documento. Para nuestro propósito, digamos que responde por mecanismos inmediatos (respuesta aguda) y otros mediatos (respuesta crónica)
La respuesta aguda a la hipoxia de altitud proviene fundamentalmente del incremento del gasto cardíaco (el volumen de sangre bombeado por minuto) a expensas exclusivamente del aumento de la frecuencia cardiaca y por el aumento de la ventilación pulmonar (aumento de la frecuencia y profundidad respiratorias) Esta respuesta tiende a disminuir con el paso de los días al aparecer otros mecanismos de compensación más lentos, sin embargo, los nativos y residentes de tierras bajas raramente llegan a compensar completamente el desequilibrio de la hipoxia mediante esos otros recursos de adaptación crónicos, dando esto lugar a una frecuencia cardiaca y ventilación más altas en reposo y ejercicio submáximo.
El principal de los mecanismos de compensación mediatos o crónicos es el aumento de la cantidad absoluta de glóbulos rojos de la sangre y de su masa de hemoglobina. La hemoglobina, recordemos es parte constitutiva del glóbulo rojo y la molécula encargada del transporte del oxígeno en la sangre. El aumento de estos factores surge por la estimulación de la eritropoyesis que induce la hormona eritropoyetina, la más conocida EPO, que produce el riñón principalmente. La disminución de la presión de O2 en los tejidos es la señal que dispara la producción aumentada de EPO. Una adaptación significativa (para el propósito deportivo) del mecanismo compensatorio de la sangre lleva semanas de estancia en la altitud y tarda meses en llegar a su máxima expresión.
Este mecanismo es el principal objetivo que persigue la estancia en altitud como medio de mejoramiento de las capacidades en el deporte de resistencia. Al haber más glóbulos rojos y con una concentración de hemoglobina aumentada, la capacidad de transportar oxígeno de la sangre aumenta y por lo tanto la provisión a los tejidos que trabajan. Esto redunda en un beneficio directo sobre el rendimiento.
Otro mecanismo al que se le atribuye parte de la mejoría en el rendimiento físico con el paso de varias semanas de estancia y entrenamiento asociado es una mayor capilarización del músculo activo, contribuyendo esto a una mejor transferencia del oxígeno y los nutrientes a las células musculares. Si bien esta adaptación tiene un curso más lento que la hematológica es responsable de la mejoría sostenida en la capacidad de rendimiento del atleta vuelto al nivel del mar debido a que su proceso de desadaptación también tiene un curso más lento y puede permanecer en valores por encima de los previos a la intervención del altitud por algunos meses.
Sin embargo, éstas adaptaciones positivas para el rendimiento aeróbico que se observan en el organismo sometido a la hipoxia coexisten con otras de sentido contrario, siendo el efecto neto no tan favorable como cabría esperar.
Por ejemplo, una de las primeras adaptaciones agudas a la hipoxia de altura es la hemoconcentración produciendo una sangre más rica, una mayor proporción de células rojas por unidad de volumen sanguíneo. Esto ocurre por una diuresis típica e importante en las primeras horas y días de establecido en la altitud. La disminución del volumen plasmático de la sangre da lugar a una concentración de sus elementos disueltos, glóbulos rojos en este caso, sin aumento del número absoluto de ellos, pero también a una disminución del volumen total de sangre circulante. Cuando éste último cae, disminuye en un mediano plazo, también, el volumen sistólico izquierdo del corazón, decayendo entonces una de las variables clave para su eficacia como bomba. Y esto impacta negativamente en la capacidad de transporte de oxígeno a intensidades de trabajo físico submáximas y máximas.
Por este factor y por otros que no logran ser compensados en las primeras horas o días de estar expuesto a la hipoxia de la altitud un primer obstáculo en el proceso de entrenamiento es la significativa disminución de la potencia aeróbica máxima (el máximo consumo de oxígeno) limitando en magnitud importante la posibilidad de hacer trabajos de alta calidad. Esto redunda en estímulos de trabajo menores para los músculos activos en la carrera y por lo tanto en una disminución de las adaptaciones producidas en ellos comparado con las capacidades posibles en altitudes bajas.
El paso de las semanas, con influencia en como se entrena, va compensando estos déficit pero no logra hacerlo por completo, si lo hace, hasta que hayan pasado varios meses de estancia continuada.
Pero la típica estancia de entrenamiento en altitud presenta antes otras dificultades al promedio de los deportistas. La más conocida es el desajuste de las primeras horas y días que se da por el ajuste ventilatorio y la producción consecuente de la llamada alcalosis respiratoria, al eliminarse el dióxido de carbono a un ritmo mucho más elevado al normal. Solo este mecanismo puede dar cuenta de la aparición de los típicos primeros síntomas de un mal agudo de montaña, dolor de cabeza, digestión deteriorada, falta de apetito, apatía, marcada fatiga, dificultad para dormir, de curso clínico favorable, pero debilitantes y lo suficientemente molestos como para inhibir un entrenamiento ideal en esos primeros dos o tres días.
Además de estos problemas, se dan otros que no se pueden considerar de resolución rápida. El más importante a los efectos de la continuidad del proceso de entrenamiento es una disminución de la capacidad defensiva del sistema inmunitario. La humedad relativa ambiente disminuye más rápidamente que la presión atmosférica conforme aumenta la altitud, siendo de solo un 50% de la de nivel del mar a una altura de 2000 mts. La temperatura también baja a un ritmo de aproximadamente 1º C por cada 150 mts. de ascenso con relación a las condiciones locales de la zona amplia donde se encuentren esas montañas. Si se suma a éstos otros factores ambientales agresivos para el tracto respiratorio superior como una concentración mayor de ozono se produce un cuadro favorable a la aparición de irritación e infecciones del aparato respiratorio. La mayor radiación ultravioleta además de las derivadas de rayos cósmicos no pueden ser soslayadas ya que además de los efectos negativos sobre la piel de las primeras hay que añadir el impacto acumulativo y sensible que producen las últimas sobre varios sistemas orgánicos.
Otra cuestión no menor que podría desaconsejar estancias prolongadas en la altitud, con períodos variables dependiendo de la altura en consideración, es una comprobada pérdida de masa muscular con reducción de la sección de tejido contráctil y pérdida de masa mitocondrial (factor crítico para el metabolismo aeróbico) probable consecuencia de un significativo aumento de las catecolaminas y el cortisol, hormonas asociadas con el catabolismo proteico y que por supuesto no limitan su acción deletérea al tejido muscular.
Todas las adaptaciones tanto las positivas como las detrimentales para el rendimiento y la salud deben ser cuantificadas con relación a la altitud de que se trate. No ocurren lo mismo a bajas o moderadas altitudes (1000 a 2000 mts.) que a altas altitudes (2000 a 5500 mts.) En general es posible afirmar que las adaptaciones útiles decrecen hasta valores no significativos a medida que se baja de altitud mientras que los efectos negativos aumentan hasta desbalancear los positivos conforme se aumenta la altitud del sitio de entrenamiento, al punto de producir un cuadro francamente desfavorable para el propósito deportivo para los nativos de tierras bajas llevados a esta situación cuando las altitudes superan los 3500 mts. S.N.M.
Para cerrar debemos considerar seriamente también el aspecto económico de estas incursiones. Desde el simple costo de los viajes y las estadías para el caso de los deportistas profesionales hasta la pérdida de días laborales y el alejamiento de la vida familiar cuando en nuestra consideración tomamos al aficionado promedio, no profesional, que contempla la idea de una experiencia de este tipo.
Alberto Cabaleiro - Director - AC Training - Servicios en Entrenamiento Deportivo
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